De alguna torcida manera ‘El Chapo’ se salió con la suya, la película de su vida está en marcha.
Desde el día uno de la segunda recaptura de Joaquín Guzmán Loera, el gobierno de Enrique Peña Nieto pareció empeñarse en un objetivo: abonar al mito de ‘El Chapo’.
En la primera rueda de prensa oficial sobre esta nueva detención, la procuradora general de la República deslizó un dato que echó a andar los potentes engranajes del morbo. “Otro aspecto importante que permitió precisar su ubicación fue el haber descubierto la intención de Guzmán Loera de filmar una película biográfica, para lo que estableció comunicación con actrices y productores”, dijo Arely Gómez la noche de viernes 8 de enero.
Con lo dicho por la procuradora, el gobierno de la República decidió que lo importante tras el éxito de la Marina, que auxiliada por el CISEN y circunstancialmente por la Policía Federal detuvo al sinaloense, no era consolidar entre los mexicanos la idea de que la caída del capo se debía a la ardua y exitosa labor de instituciones de seguridad e inteligencia, sino que un “aspecto importante” fue el descuido de ‘El Chapo’, a quien su vanidad y el capricho de estar cerca de una actriz (Kate del Castillo, lo sabríamos horas después) le habrían costado el volver a una celda.
Los medios pescaron el anzuelo lanzado por la procuradora y al día siguiente el hervidero nacional se devanaba los sesos ante la duda sobre quiénes serían esos personajes de la farándula contactados por ‘El Chapo’.
Raro este gobierno. Muy raro. Dedicó miles de horas y cientos de elementos a tratar de enmendar el ridículo de la fuga del Chapo del 11 de julio de 2015 a través de un túnel, y tras lograr su cometido no encontró mejor manera de comunicarlo que abriendo toda una avenida de especulaciones y hechos que terminarían por enaltecer, de nuevo y como ocurrió tras la fuga de seis meses atrás, al criminal.
Raro este gobierno. Muy raro. Tenía videos del portentoso asalto de la Marina a la última morada del Chapo, tenía de su lado la verdad histórica de cómo el capo tuvo que sumergirse en la porquería del caño de una zona de Los Mochis para evitar, inútilmente, su detención. Tenía en ese mismo operativo la demostración de que el criminal cayó, porque llamar al 066 cuando te roban el auto sí sirve, no sólo para recuperar tu vehículo sino también para detener delincuentes, y en una de esas ¡Bingo! el improvisado robaautos es el hombre más buscado de México. Tenía la oportunidad de probar que no es cierto que todos los policías se rinden ante un cañonazo de dinero, como ocurrió con los Policías Federales que detuvieron al Chapo y resistieron sus corruptoras ofertas. Raro este gobierno que tenía una gran historia de éxito institucional y prefirió supeditar una proeza digna de una página de honor a una disputa propia de tabloides sensacionalistas. Muy raro.
Claro que es fácil concluir que la noche en que la procuradora Arely Gómez desveló la pista sobre los contactos del Chapo para una supuesta película autobiográfica, el gobierno mexicano ya sabía algo sobre el artículo que la revista Rolling Stone estaba a punto de publicar sobre el líder del Cartel de Sinaloa, bajo la firma del actor Sean Penn.
Demos por sentado que al gobierno le hubiera caído una tromba mediática si la noticia del encuentro Penn-Chapo-Kate se hubiera dado sin la captura del criminal, tromba que hubiera sido igualmente intensa si la justicia mexicana –ya con el Chapo detenido- no se hubiera adelantado a decir que esos contactos eran de su conocimiento, pero lo que no es comprensible es cómo esta administración se dedicó en los días subsiguientes a alimentar, mediante filtraciones, la Chaponovela, como si al gobierno mexicano realmente le interesara que todos nos prendáramos con ese culebrón de antología que resultaron ser los contactos entre El Chapo y su “Ermoza”.
Porque fue desde la misma presentación del criminal en el hangar de la PGR, que inició el proceso oficial que arrinconó el éxito de la Marina –y de todo un gobierno, dicho sea de paso- en aras de pisarle, como se dice en el argot periodístico, la nota a una revista de Estados Unidos y con ello curarse en salud.
A menos de que, como terminó sucediendo, lo que al gobierno mexicano realmente le interesara fuera enfrascarse en luchitas de propaganda, por ver quién sacaba mayor raja del personaje: si Sean Penn publica que El Chapo es más interesante que Peña Nieto, nosotros decimos que El Chapo quería una blackberry rosita para la Dama. Quiobo.
Si lo de Penn en la Rolling Stone no puede ser considerado como periodismo sino como propaganda (entre otros, Raúl Trejo Delarbre dixit), entonces cómo se llama lo que hicieron los chicos y las chicas del gobierno, que en vez de construir un discurso sobre las capacidades, probadas en este caso, del Estado para detener a un peligroso criminal decidieron filtrar, comedida y calculadamente, los capítulos de una relación que supera, cuántas veces más habremos de leerlo, a ficciones de Netflix y Telemundo.
Eso que hicieron desde Los Pinos a lo largo de la primera semana de la recaptura se llama propaganda. Que un gobierno haga propaganda no es novedad, pero este la puso al servicio de dos cosas: primero, de la imagen del Chapo (al que ahora coronaron como un Latin Lover -su fama amorosa, no exenta de sangre, ya venía de tiempo atrás- basta con leer a Diego Enrique Osorno en Univisión.com) pero ahora todos fuimos invitados a fisgonear en sus empalagosos mensajes en chats).
Y, segundo, el gobierno federal se convirtió en el principal redactor de una historia tipo serie televisiva que distrae a la sociedad de lo que realmente debería ser fundamental en torno a la captura de un criminal de alto perfil.
Al convertirse en el propagandista número uno del Chapo, el aparato gubernamental supo que saturaría el espacio mediático de picosos detalles más o menos intrascendentes pero explosivos.
La propaganda es información chatarra. Piezas de fácil digestión, y hambre inmediata garantizada. Sabiendo eso, y visto en retrospectiva, el guión fue ejecutado con precisión:
El gobierno abrió la noche del viernes el telón de esta ópera bufa al sembrar la pista de la película autobiográfica. El sábado los periodistas hicieron su chamba, buscaron poner nombre y apellido a esas “actrices y productores” de los que habló la procuradora. Paralelamente, en Nueva York, los de la Rolling Stone sintieron la presión, les habían quitado el factor sorpresa que tenían reservado, así que fue el NYTimes el elegido para adelantar los detalles del texto de Sean Penn, quien nos presentó la más reciente de sus selfies con personajes controvertidos: El Chapo en libertad. El lunes, El Universal obtuvo las fotografías del seguimiento a Penn y Kate Del Castillo. El martes, se filtraron los apodos con que el sinaloense llamaba a la actriz. Al anochecer, Milenio adelantaba parte de los diálogos vía Blackberry entre Kate y Guzmán Loera. El miércoles fue el éxtasis: un país solazado en el voyerismo más descarado. Quién se resistió a ver lo que decía la Ermoza, quién no sintió algo de pena ajena con la oferta tipo Pedro Infante/Tizoc de te cuidaré más que a mis ojos. Y para el jueves las primeras planas anunciaban, música de redoble maestro, que la actriz rompería el silencio… Los creadores del Chupacabras están tomando apuntes.
Lo que el guión del gobierno eligió no destacar es lo que debería ser más importante para México. Estamos ante un señor de la guerra. Ante uno de los protagonistas de una tragedia humanitaria que le ha costado a México más de 100 mil muertos y más de 23 mil desaparecidos en sólo diez años. Según retomaba Héctor Aguilar Camín a partir de información de Guillermo Valdés, el grupo del Chapo de una forma u otra estuvo involucrado en cuatro de las violentas pugnas entre cárteles, lo que explicaría “67% de las muertes producidas por las bandas del narcotráfico: más de 45 mil muertos”.
Y, sólo por si hiciera falta repetirlo, ninguno de esos que murieron merecían lo que les pasó. Sin duda parte de ellos merecían un castigo -luego de un juicio- por parte de las instituciones, pero otros miles son víctimas totalmente ajenas a las disputas por el paso de la droga o el control de los territorios para actividades criminales. Al inicio de 2016, las familias de tantas muertas y muertos han sido nuevamente agraviados por un gobierno que salió bueno para alquilarse, gratis, de propagandista del narco antes que de fiscal que busca justicia para las víctimas.
La otra ganancia del gobierno en su rol de creador de cortinas de humo es que el reclamo por un real deslinde de responsabilidades por la fuga de julio pasado es un renglón inexistente en esta trama. La lección es clara: la administración promueve una cultura de gestión donde los errores que cuestan meses reparar deben ser celebrados con una filosofía entre Memo Ríos, aquel de Aplausos-Aplausos y patrioterismo ramplón propio de los tiempos de Luis Echeverría, quien cuentan, ya como ex presidente se ponía de pie cada vez que en la televisión escuchaba el himno nacional.
Y finalmente, la filtración, sobre todo de los chats, implica al menos otro aspecto problemático. Como bien señaló el analista Alejandro Hope, se pone el riesgo el debido proceso al Chapo, y se abre una caja de Pandora: de dónde surgieron esas intervenciones, qué juez mexicano o estadounidense aprobó ese espionaje, en qué expediente están esos seguimientos, etcétera.
Lo peor de todo es que de alguna torcida manera el Chapo se salió con la suya. La película de su vida está en marcha. Los Pinos Productions decidió meterle toda la carne al asador. Sean Penn trazó algunas escenas, malonas, pero en el guión ya estamos todos: gracias a Kate-Penn ya sabemos cómo es la voz del criminal. Ya conocemos de su (presunta) humildad. Ya tenemos detalles sobre cómo cuida los centavos al cuestionar, igual que tu y yo, sobre los precios y las conveniencias de los más recientes modelos de celular, y ya no podemos resistirnos a parodiar los arrumacos digitales que le lanzó a su pretendida.
Ganaste Chapo. El país, con el gobierno a la cabeza, se rinde ante ti, galán de galanes. Tu eres el héroe de esta película, papá. Dos generaciones de mexicanos hemos visto a gobiernos de la República construir tu mito. Quién se acordará de los héroes de la Marina. Nadie. Quién de los valientes policías que te cerraron el paso. Nadie. Quién recordará la noticia de que por una vez el operativo, suerte incluida, fue rotundo en su éxito. Nadie. Y todo porque el gobierno puso a esos buenos servidores públicos en el papel de extra y los extra –ya se sabe– son invisibles.
El gobierno te ha construido tu altar mediático, Chapo. Podrás morir, como lo decías en el video para el “señor Sean”, pacíficamente, y con una leyenda muy bien cincelada, por las autoridades, sobre de ti. // @salcamarena