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El colapso de Tron: Ares: cuando ni Jared Leto pudo salvar la Matrix de Disney

Bajo una lluvia londinense y a casi 10 metros de altura sobre Piccadilly Circus, Jared Leto saludaba a la multitud con un abrigo rojo sobre un traje blanco inmaculado. Era su gran aparición para el estreno mundial de Tron: Ares, la esperada continuación de la saga digital de Disney. El espectáculo tenía todos los ingredientes del clásico Leto: dramatismo, estética impecable y un toque de delirio escénico. Pero esta vez, el show terminó en silencio.

La película debutó con apenas 33.2 millones de dólares en taquilla doméstica, una cifra muy por debajo de lo proyectado, frente a un presupuesto que rebasó los 180 millones. A nivel global, apenas alcanzó 60 millones en su primer fin de semana. El golpe fue tan fuerte que dentro de Disney ya se habla del final de Tron como franquicia cinematográfica.

El problema no fue solo Jared Leto. Los estudios sabían que revivir una saga con más de una década de inactividad sería riesgoso. El público joven —particularmente los hombres de entre 18 y 24 años, el objetivo principal del filme— simplemente no apareció. Las reseñas fueron tibias, el boca a boca inexistente y el resultado, un inevitable B+ en CinemaScore.

Para Leto, el fracaso tiene un peso doble. No solo fue el protagonista, sino también productor ejecutivo y principal impulsor del proyecto. Desde 2017, luchó por convertir a Tron: Ares en realidad, reescribiendo el guion para poner su personaje al centro. Y aunque su obsesión lo llevó hasta lo más alto —literal y metafóricamente—, la caída fue inevitable.

El fracaso de Tron: Ares confirma un cambio en Hollywood: las estrellas ya no garantizan taquilla. Ni siquiera un actor con un Óscar, fama mundial y una devoción casi mística por el espectáculo puede vencer la apatía del público. Los algoritmos, las secuelas seguras y las franquicias recicladas dominan el tablero.

Ahora, Leto prepara su siguiente transformación: Skeletor en la nueva adaptación de Masters of the Universe. Pero tras dos fracasos consecutivos (Morbius y Tron: Ares), el actor que alguna vez fue sinónimo de riesgo y magnetismo enfrenta su mayor desafío: volver a conectar con una audiencia que, por primera vez, parece haber desconectado su sistema.

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